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miércoles, 29 de marzo de 2023

Superar una ruptura

Cuando nos enamoramos e iniciamos una relación, generalmente, es muy fácil crear armonía.  Pensamos el uno en el otro y queremos estar juntos, el mayor tiempo posible; todo nos parece maravilloso en la otra persona... hasta el aire es amor!

Conforme pasa el tiempo, pasa también el enamoramiento.  Al cabo de un corto tiempo se empieza a ver el lado no tan agradable de la otra persona, sus limitantes, debilidades, etc., y surgen las dificultades.  Es en ese momento, donde se toma la decisión de amar y trabajar por la relación.  Si la decisión es de ambos, se puede tener una buena relación, incluso de toda una vida.

El problema surge cuando una de las personas pierde el interés y empieza a ver hacia otro lado; busca otros intereses o decide no amar más.  Es imposible mantener una relación duradera donde solo una parte entrega todo y pone toda su energía en ello; la relación terminará tarde o temprano.  Si la relación termina, cada quien buscará, a su manera, la forma de superar la ruptura.

Terminar una relación siempre es difícil y doloroso.  Pero la intensidad del dolor por la pérdida, depende mucho de la razón por la que se termina con la relación y del tiempo que haya durado la misma. 

No es lo mismo terminar una relación de 2 años, a una de 40 años.  Así como tampoco es lo mismo terminar la relación por mutuo acuerdo, a terminarla por una traición o infidelidad. 

Tampoco es lo mismo para quien comete la infidelidad, como para quien la sufre.  Quien la sufre, sabe lo difícil que es recuperar la autoestima y volver a confiar en alguien más.  Quien la comete puede sentir arrepentimiento, y mostrar su interés por mantener la relación, en el mejor de los casos.  Creo que la infidelidad es la traición más dolorosa y difícil de superar en una ruptura. 

- Es el mayor de los desprecios, le escuché decir a una querida amiga que terminó su relación despues de 42 años de matrimonio, por una infidelidad de varios años.

Pero independientemente del motivo, se necesita mucha fuerza de voluntad para superar los miedos reales e imaginarios y tomar la firme decisión de no volver atrás, nunca más.

Romper las ataduras.



Miedos y creencias


Tomar la decisión de terminar una relación implica enfrentar nuestros miedos y aprender a manejar los sentimientos que se contraponen, debido a nuestras creencias.

 Por ejemplo, si:
  • Hay una juramento de "hasta que la muerte nos separe".
  • Nuestra religión no admite un divorcio,
  • Una separación se considera un fracaso.
  • No se tiene independencia económica.
  • Es una relación de codependencia emocional.
  • Hay amenazas.
  • Hay chantaje emocional de "yo no puedo vivir sin tí" o incluso de suicidio.
  • Se permanece en una relación para que los hijos "no sufran".
  • Es muy importante cubrir las apariencias y el "que dirán". 



Vivir el duelo


Una vez tomada la decisión inicia un proceso, un duro proceso.  En ese momento, puede ser que nada tenga sentido o valga la pena; sobre todo, si se trata de una relación de muchos años. 

En un principio, puede sentirse desesperanza; pensar que no hay un futuro, no saber que hacer o a donde ir.  Es como caminar en un oscuro túnel, donde no se alcanza a ver la luz al fondo.  Y toma un tiempo vislumbrar un rayito de luz.  




No podemos imaginar que viene algo mejor, o pensar que todos los cambios son buenos.  Que quizás haya alguien mejor para nosotros; o quizás no, pero que estaremos bien.  

En ese momento, los amigos juegan un papel muy importante.  Sentirse acompañado y ser escuchado por alguien, es un bálsamo para el dolor que se siente en lo más profundo del alma.

Aferrarse a un poder superior es increíblemente reconfortante; llámese Dios, universo, vida, energía o cualquier otro. Lo importante, es sentir que podemos entregar a "alguien", aquello que nos resulta imposible de manejar.

Es necesario vivir el duelo, sentirlo para poder superarlo.  Ya sea vivirlo con intensidad, sin pausas; o vivirlo lentamente, con momentos de evasión o incluso de negación; cuando se siente que no se puede con tanto dolor, a la vez.  




Es un proceso individual y diferente para cada persona, antes de llegar a la aceptación.  Cada individuo toma sus propias decisiones, a veces incomprensibles para los demás a su alrededor; pero al final de cuentas el resultado será el mismo, superar la crisis y aprender de ella.

Si bien es cierto, que depende de la inteligencia emocional del individuo, la forma en que se viva el proceso; también es cierto que se tiene derecho a vivirlo cada quien "a su manera".  


El duelo de los hijos


Cuando hay hijos, cada uno vive su propio duelo, su propio proceso.  Nadie está exento del dolor, no importa la edad.  Todos se ven afectados de un modo u otro.  

Es muy conveniente que cada integrante de la familia tenga una terapia con un profesional para  entender el proceso y construir una nueva vida. 

Lo que es inadmisible, es que se tomen a los hijos como rehenes; que se les envenene el alma, queriendo dañar al otro.  Con ésto, a quien más se daña es a los hijos; y solo complicará y alargará su duelo.





También es cuestión de amor propio

 

En este proceso, se conoce realmente a la otra persona.  Con el dolor o el enojo, al no querer aceptarse la ruptura; salen a la luz los más oscuros sentimientos.  Es aquí donde la persona proyecta lo que hay en su interior.  Si se tiene amor propio, habrá bondad en medio del dolor; pero si no hay amor a sí mismo, se puede actuar con infinita maldad.  No se puede dar lo que no se tiene.

Y los hijos serán, quienes más sufran.  Es importante separar y proteger a los hijos, lo más posible, del proceso de separación de la pareja.  No importa la edad que tengan, siempre resultan muy afectados emocionalmente; y tarde o temprano, salen a la luz los daños.

Para ellos también es una gran pérdida; sobre todo, si no se les habla de la decisión.  Ellos necesitan sentir la seguridad de que seguirán teniendo a ambos padres, pase lo que pase.  


Recomenzar


Con la aceptación llegan también la esperanza, la ilusión y el deseo de recomenzar.  Recomenzar es querer darse la oportunidad de un reencuentro con uno mismo.  Es poner atención a lo que el cuerpo habla, darle cuidados, paciencia y amor.  Es pensar que si se tomó la decisión de terminar con la relación, fue porque hubo motivos de sobra para hacerlo, y convencerse de ello.  Tener en cuenta que aunque el proceso es doloroso, vale la pena.  Es soltar.




Es tener la voluntad para hacer aquello que se deseó hacer muchas veces y que no se le dio prioridad, es atreverse a soñar.   

Es disfrutar estar consigo mismo, llevarse a tomar un helado, a ver una película al cine, a caminar descalzo por la playa, a cenar con un amigo.

También es hacer una revisión, es atreverse a ver al interior.  Y a veces, "salirse" y observar desde afuera: las actitudes, las razones, las situaciones que se vivieron. 

Es preguntarse:
  • Que me hizo feliz?
  • Qué me faltó?
  • A qué renuncié por esa relación?
  • Porqué me olvidé de mí?
  • Porqué elegí a esa persona que ahora desconozco?
  • Qué había en mí o que me faltaba, que me llevó a elegirla?
  • Qué quiero para mí ahora?
  • Qué creo que merezco?
  • Cuáles son mis sueños?

Es aceptar:
  • Que había una razón para estar con esa persona, algo que necesitábamos aprender, como pasa a veces con los amigos de cortos periodos.
  • Que el amor puede acabarse.
  • Que si las metas cambian para cada uno, los caminos se separan.
  • Que somos seres independientes y tenemos derecho a ir en busca de nuestros sueños.


Y finalmente... agradecer que sucedió.








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