sábado, 4 de mayo de 2024

Entre sombras y silencios

¿Sientes que algo no está bien en tu relación de pareja pero no logras ver con claridad cuál es el problema? ¿Vives como en una montaña rusa de emociones y en una lucha incesante por estar bien? ¿Permaneces, quizás, en una relación por miedo: al ¿que dirán?, a pasar por un proceso doloroso, a enfrentar la vida sola, o porque vives bajo amenazas? Si te identificas, o te encuentras en alguna de estas situaciones, puedes estar sufriendo violencia y no tener plena conciencia de ello.

La violencia en las relaciones cercanas es más común de lo que imaginas, se da hasta en las mejores familias; en ranchos, pueblos y ciudades; y tanto en países desarrollados como en los países en desarrollo de todos los continentes. Además, ocurre en todo tipo de relaciones: entre parejas heterosexuales y homosexuales, entre padres e hijos, en el terreno laboral, con los cuidadores de niños, etc.


La violencia en el mundo


Sin embargo y pese a ser un problema mundial, resulta difícil para la víctima detectar que está siendo expuesta a violencia. Esto se debe, en gran medida, al aislamiento al que es sometida, al desconocimiento generalizado de lo que está tipificado como violencia, así como a la percepción poco clara del grado en que ésta se ejerce. Un buen ejemplo, donde el abuso y la manipulación se ejerció en un nivel extremo y que ha trastornado a la población latina, es el caso del Clan Trevi-Andrade en México. Sin embargo, la manipulación está presente en muchos hogares mexicanos causando serios daños y pasando desapercibida.

Aunque la violencia es un delito muy penado en muchos países, aún existe demasiada ignorancia, tanto por parte de la víctima como por parte del agresor, sobre las leyes de protección y las condenas, lo que se convierte en una limitante para que la persona afectada se atreva a hacer una denuncia penal. Sin mencionar la desconfianza hacia las autoridades. 



Manipulación y violencia


Voluntariado


Recientemente tomé un curso sobre las víctimas del delito impartido por  la Agencia sueca para las victimas del delito, Brottsofferjouren Sverige, una organización a nivel nacional, sin fines de lucro, que apoya gratuitamente a quienes sufren de violencia, ya sea que hayan hecho una denuncia policial o no. En Suecia, la violencia en relaciones cercanas y la relacionada con el honor constituyen un problema fuerte y en aumento debido a la inmigración, justificado por rígidas costumbres religiosas.


En el curso tuvimos acceso a información amplia y detallada sobre: los tipos de violencia, quiénes son más vulnerables a ser violentados, cuáles autoridades protegen a la víctima y cómo intervienen en el proceso judicial. Entre otras cosas, comprendí que la violencia es, en gran parte, un problema cultural que se normaliza y se transmite de una generación a otra.

Según el Manual de la Agencia para las víctimas del delito, la violencia en relaciones cercanas puede darse de varias formas: física, psicológica, sexual, material, relacionada con la discapacidad, económica y negligencia. Un extracto del manual explica lo siguiente:

La violencia física se da cuando el agresor muerde, rasga, tira del cabello, quema, sacude o empuja a la víctima. Incluye también las bofetadas, golpes con puños y la violencia con objetos.

La violencia psicológica incluye amenazas, coacción, acoso, insultos y burlas. También cuando la víctima es sometida a control y aislamiento social. Además, la amenaza de violencia contra familiares y mascotas se incluyen en este tipo de violencia.

La violencia sexual incluye diferentes formas de actos de coerción, como relaciones sexuales sin consentimiento, mutilación genital, acoso sexual, uso de lenguaje sexual ofensivo u obligar a la víctima a ver pornografía.

La destrucción o robo de pertenencias personales, enseres domésticos u objetos de valor de la víctima se considera violencia material y económica. A la víctima se le puede negar el acceso a asuntos financieros o ser obligada a firmar documentos financieros con consecuencias negativas para sí misma. Si la víctima no tiene acceso a su propio dinero significa que es dependiente del agresor.

La violencia relacionada con la discapacidad incluye acciones que apuntan directamente a la discapacidad de la víctima y que empeoran su situación, ya vulnerable. Un ejemplo de estas acciones sería esconder una silla de ruedas o un aparato auditivo.

La negligencia se presenta cuando la víctima no obtiene la ayuda que necesita con comida, higiene o medicamentos. Si se le niega ayuda para levantarse de la cama o no recibe el medicamento que necesita, sea que se le de poco, demasiado o el medicamento equivocado.


 Un compromiso social

A la luz de esta información, considero que es un deber social de quienes presenciamos este tipo de abusos hacia alguien cercano, romper con el silencio y atrevernos a hacer una denuncia anónima; sobre todo, si las víctimas son personas especialmente vulnerables, es decir, incapaces de defenderse por sí mismas. Sí, hablo de niños, jóvenes, mujeres dependientes, adultos mayores, personas con discapacidad, etc. En casos aislados, también hay hombres que están expuestos a violencia, a quienes se puede apoyar transmitiéndoles la información y animándolos a salir de esa situación.


La ayuda a los más vulnerables puede brindarles la oportunidad de comenzar una nueva vida con libertad, seguridad y armonía. Consecuentemente, se contribuye al rompimiento de cadenas que frene el daño a personas inocentes de generaciones futuras y, en casos extremos, a la posibilidad de salvar una vida.


Romper con el silencio debilita al maltratador.





Fuentes:
Manual de la Agencia para las víctimas del delito.


martes, 23 de abril de 2024

Elisa... recuerdos de infancia.

Esos años de inocencia, que transcurrieron entre sentimientos de felicidad y miedo, timidez y valentía, vulnerabilidad y fortaleza, me producen un dejo de tristeza y melancolía.

Mi papá trabajaba en una compañía ferrocarrilera del norte de México, razón por la cual debíamos mudarnos continuamente a pequeños pueblos, donde se necesitaba la mano de obra de los trabajadores ferrocarrileros. Los lugares eran fríos y desérticos.

La mayoría de mis memorias son a partir de mis cinco años de vida. Pero algunas, de mis primeros años, se quedaron tan pegadas que las recuerdo a detalle. Como ese día, en el que fuimos mi mamá, mi hermana menor, mi tía y yo, a conocer la casa-vagón nueva que la empresa le dio a mi papá. Nos sentíamos muy ilusionadas. El esposo de mi tía también era ferrocarrilero y trabajaba en la misma cuadrilla que mi papá así que, por algunos años, ambos estuvieron muy cerca de nosotros. Me recuerdo observando la nueva casa, abriendo una ventana, que se deslizaba hacia arriba, y viendo la resina, que aún salía de la madera nueva. Gotas amarillas, transparentes y pegajosas, parecidas a las perlas de vitamina E, pero más pequeñas.

Viajar de un lugar a otro, en nuestra casa, era toda una aventura para mí. Mi papá acordonaba cada mueble a unas argollas atornilladas en las paredes. Mi mamá bajaba todos los platos, vasos y tazas del gabinete de la cocina y los acomodaba en cajas. Un día antes del viaje preparaba comida y hacía tortillas de harina, algo que me encantaba. Así, tendríamos que comer durante el traslado.  El viaje era motivo de alegría, y un día libre de preocupaciones. Era un día para disfrutarse.

Conectaban las casas a una locomotora que nos trasladaría a la nueva estación. Viajábamos frecuentemente en tren, pero era maravilloso cruzar los altos puentes y túneles en nuestra propia casa.

Y como olvidar los veranos en la casa de mi abuela, ella influyó mi vida más de lo que hubiera imaginado. Mi abuela era una mujer que trabajaba de sol a sol, siempre tenía algo que hacer. Era ordenada, disciplinada y muy determinada. Se levantaba temprano, encendía la estufa de leña y hacía las tortillas de maíz para el desayuno. El olor de la cocina, que impregnaba la casa hasta la pieza donde yo dormía, me hacía levantarme. Las mañanas eran muy soleadas. Ella preparaba avena con leche recién ordeñada y ponía a fermentar el resto de la leche en grandes ollas para hacer queso. El trabajo en el rancho, desprovisto de agua potable y luz eléctrica, era arduo.

La casa descansaba a las faldas de unas lomas, estaba pintada de blanco con puertas y ventanas azules, como en Santorini. Tenía un patio, que a mi me parecía enorme, cerrado con bardas a los lados de la casa y con una huerta de manzanos al frente. La casa tenía, a espaldas, un conjunto de lomas y tierras de cultivo alrededor que se extendían hasta la orilla del río.

Toda la semana transcurría sintiéndome envuelta en las actividades de mi abuela. La acompañaba y le ayudaba en lo que podía, a mi corta edad. Hacíamos un recorrido por el patio y los cuartos de almacenaje de pastura, granos y herramientas para mostrarme los lugares donde las gallinas habían hecho sus nidos. Por la mañana y por la tarde, tenía asignada la tarea de revisar los nidos y recoger los huevos, los ponía en una canasta de alambre y los llevaba a la cocina. Era mi actividad favorita.

Las mañanas eran dedicadas a la limpieza de la casa y la preparación de la comida. Veía a mi abuela lavar ropa a mano después del desayuno y, al siguiente día, planchar cada prenda que había lavado, incluyendo la ropa de cama. Utilizaba dos pesadas planchas de fierro que ponía a calentar en la estufa de leña. Planchar le tomaba toda una tarde, terminaba al oscurecer. También le gustaba tejer y bordar. Almidonaba las servilletas que tejía a crochet con hilo blanco y las usaba para adornar sus gabinetes de puertas de cristal o sobre alguna mesa de cama.

Por las tardes, le ayudaba a limpiar el frijol, que era almacenado después de la cosecha. Separábamos las piedritas y terrones del frijol y lo poníamos en costales, que después se vendían. Otros días desgranábamos mazorcas, el maíz también se ponía en costales, para venderse.

Algunas tardes eran aprovechadas para envasar frutas o verduras que se cosechaban en el rancho. Mi abuela usaba frascos de vidrio, que compraba especialmente para las conservas y que acomodaba en lo alto de un gabinete, como colección. Envasaba duraznos en mitades, peras, calabacita con zanahoria, ejotes, elotes, etc., y los veía, orgullosa de su trabajo. Yo me sentaba frente a ella y disfrutaba viendo como lo hacía.

No había juguetes para jugar, ni muñecas. Mis ratos de diversión consistían en hojear los libros de texto de mi tío, que cursaba la primaria. Esos libros de lectura que tenían en la portada una mujer con vestido blanco y una bandera de México en su mano. Mi tío me contaba sobre alguna lectura que a él le gustaba. La rata vieja fue uno de esos textos que memoricé y que se convirtieron en mis favoritas. Cuando mi tío entró a la escuela secundaria agropecuaria me autorizó recortar dibujos de sus libros. Cargué con los recortes de regreso a casa y los conservé por mucho tiempo.

Libro de primaria

También me gustaba ver las cosas que mi abuela guardaba en su ropero, especialmente sus cosméticos. Aún recuerdo el olor del polvo angel face, color canela, que ella usaba.

Algo que me producía una mezcla de curiosidad y miedo, era el revólver que mi abuelo guardaba en uno de los cajones del mismo ropero. Lo había comprado por los rumores de que se habían avistado lobos rondando los alrededores. Lo mantenía descargado y, por supuesto, yo tenía prohibido tocarlo. Pero mi curiosidad podía más que la advertencia y me gustaba abrir el cajón y verlo, a escondidas.

Cuando mis primas visitaban a mi abuela era diferente, pasabamos horas jugando: a las escondidas; la matatena; la liga; el avión, dibujado en el patio; la lotería, después de la cena hasta avanzada la noche; y, pocas veces, al tambo robado, porque una de mis primas siempre lloraba cuando le ganaban el bote relleno de piedritas y lo hacían sonar, como prueba de victoria.

Matatena

Lotería mexicana, juego de mesa

Los fines de semana eran especiales. Cada domingo, después de desayunar, nos alistábamos para ir a visitar a los bisabuelos. Ese día, la limpieza de la casa era más simple porque debíamos caminar cerca de dos kilómetros para llegar al rancho donde vivían sus papás, y teníamos que ganarle al sol, decía mi abuela. El sol se ponía muy intenso a media mañana.

La caminata se sentía larga y cansada, porque subíamos y bajábamos, bordeando las lomas, siguiendo la ribera del río. Al entrar al rancho Borjas, hacíamos algunas visitas para vender ropa de segunda mano. Aunque no era la parte más divertida del día, me gustaba ver la alegría reflejada en la cara  de mi abuela cada vez que vendía una prenda. Muchos años después, entendí que de eso dependía la compra de la despensa para la semana.

Al cruzar el pequeño rancho, pasábamos por un lado de la capilla blanca con puerta azul, eso significaba que estábamos muy cerca de llegar a nuestro destino. Entrar en la casa, siempre limpia y fresca, era la mejor recompensa por la larga caminata y las visitas a algunas familias no tan agradables para mí. Pero esa, es otra historia.

Mi bisabuela nos recibía siempre sonriente y platicadora. Mi bisabuelo mostraba también alegría, pero era un poco menos efusivo. Mi abuela se sentaba a tomar café y tenía largas conversaciones con ellos, especialmente con su papá. Yo recorría la casa, me gustaba pararme frente a la antigua vitrina con puertas de cristal, llena de pequeños objetos que mi bisabuela atesoraba. Eran regalos que sus hijas, que vivían en Estados Unidos, le traían cuando la visitaban, o de alguna de sus nietas o primas. Ella tenía una historia para cada una de sus preciadas pertenencias.

Ahí pasábamos el domingo completo. A veces visitábamos a las cuñadas de mi abuela, que nos recibían gustosas y siempre tenían algo de comida para ofrecernos. Me gustaba, en especial, visitar a mi tía Amada, una mujer generosa y de una sencillez encantadora. Ya avanzada la tarde, antes de oscurecer, mi abuela compraba algunos víveres en la pequeña tienda, que conectaba con la cocina y que era atendida por su papá. Compraba, no sé cuántas cosas. Lo que recuerdo, es mi alegría cuando pedía dos tripas de chorizo... y un cono que, en lugar de nieve, estaba relleno de jamoncillo, para mí.

Del regreso a casa recuerdo poco, mi abuela platicaba todo el camino acerca de los nuevos acontecimientos en el rancho y de su gran familia.

Desafortunadamente no tengo una sola fotografía con mi abuela, pero ella vivirá en mi memoria eternamente.


💖💙💚💛💜

Elisa D.



miércoles, 21 de febrero de 2024

Tirando la polilla: un encuentro de culturas en Suecia

¡El fin de semana me tocó fiesta, plebes!, como decimos en Sinaloa... nos fuimos a tirar la polilla. ¡Ya nos hacía falta! Convivimos, cenamos delicioso, bailamos alegremente, algunos cantaron... y brindamos.  El motivo?, festejamos el cumpleaños de nuestra querida amiga Ulziisuren, muy al estilo de Mongolia. Fue una velada llena de sorpresas: un encuentro de culturas.


El día estaba maravillosamente soleado, aunque frío. Pero gracias a que planeamos hacer auto sardina, pudimos sacar el vestido del closet. ¡Que alegría!

No quise crearme ninguna expectativa, me mentalicé a disfrutar de lo que el guateque me brindara. Fue tal mi despreocupación acerca de imaginar un posible escenario, que lo primero en sorprenderme fue ver a las personas que nos recibieron: ojos rasgados. ¡Todos!

Me van a disculpar la ignorancia, pero yo creí que solo las personas originarias de Japón, China, Taiwan, Korea y Thailandia, tienen ojos chinos. Pues no es así, también es una característica de los nativos de Mongolia. 

Una vez pasada la sorpresa me decidí a disfrutar. No era un simple festejo, estábamos celebrando la llegada de Ulziisuren a un nuevo piso, y uno de los más especiales, desde mi punto de vista, porque los 40's son los nuevos 20's o la segunda juventud, como también les llamamos.  ¡En verdad lo son, para muestra un botón...!

Ulziisuren

Ulziisuren se veía espléndida, llenaba el lugar con su belleza. Siempre cortés, cordial y serenamente feliz. Rodeada de muestras de cariño por parte de sus amigos compatriotas más cercanos, con quienes ha trabajado en Checoslovaquia y Suecia. Las únicas foráneas éramos nosotras, las amigas de la escuela de sueco: Maja, Nada, Mahla y yo. 

A pesar de que no entendíamos su idioma, nos sentiamos parte del grupo. Se percibía armonía en el ambiente.

Al recibirnos, nos ofrecieron un coctel fresco con fresas y hojas de menta, así que iniciamos con el brindis: por el placer de estar juntas y felices. 

Coctel de bienvenida

El brindis

La cena fue servida al estilo buffet. De la barra de entradas podíamos elegir entre bocadillos de salmón y camarón, mini hamburguesas de cerdo rostizado con kimchi, tortitas de betabel y ensalada mixta.


Sin más preámbulos, la cena asiática estuvo exquisita: brochetas de cordero al grill, pato crujiente en salsa de vino tinto, ternera con vegetales picante, lomo de cerdo a las brasas, arroz al vapor, pastel de papa, dumplings y salsa de yogurt con ajonjolí. La comida es uno de los grandes placeres de la vida, ¡sin duda alguna!

El animador se encargó de presentar y resaltar cada momento especial de la fiesta. Iniciando con una presentación de un baile tradicional y el tiempo de karaoke con alegres canciones, al finalizar la cena.




Las palabras de agradecimiento por parte de la festejada formaron parte de los momentos más emotivos, seguidas de la entrega de regalos; para culminar con la petición de deseo y el Happy birthday en mongol.



Ramillete de pastelillos



Maja y David

El resto de la velada fue en la pista de baile: reggeaton, disco y hasta lambada bailaron con entusiasmo, dando muestras de que saben divertirse. Sencillez, cordialidad, simpatía y alegría son palabras que describen muy bien a los nativos de Mongolia.

La fiesta fue pasando ante mis ojos, como una película de la cual, también, fui parte.


Linda cumpleañera


Feliz Cumpleaños, Ulziisuren !!



Agradecimiento:
Mil gracias a Mahla Ahsani por su colaboración con algunos videos, en especial a Maja y David por el traslado y a Restaurant Mejram por su excelente servicio y amabilidad.




sábado, 13 de enero de 2024

Mi Querido Pecu

Esperaba con ansias el momento de entrar al hospital... me sentaba en una silla junto a la incubadora y tomaba su manita.  Se veía tan pequeño y tan vulnerable: luchando por vivir, a dos días de haber visto la luz por primera vez. «¡Tienes que ser fuerte, tienes que estar bien!», imploraba. «¡Mi Dios te va a ayudar!», continuaba, poniendo toda mi fe en esas palabras.  

Fue una experiencia desafiante para mí, desde que inició el trabajo de parto. Como hija mayor, yo era la más cercana a mi mamá y quién debía apoyarla: en ausencia de mi papá que estaba en otra ciudad, estudiando un curso de su trabajo. 

Me pasé todo un día cuidándola, esperando el momento.  Al anochecer la pasaron a quirófano... ¡aquellas horas parecían interminables para mí!. Caminaba nerviosa, de un lado a otro en el pasillo. Tras varias horas, una enfermera me avisó que había nacido un niño. Había sido difícil, pero ambos estaban bien, en recuperación. <<¡Gracias Dios!>>. 

Pasada la media noche, salieron del quirófano y pude verlos.  Entonces solté el cuerpo: sentí como si toda mi fuerza se hubiera esfumado. 

Mi papá había llegado, con unas copas de más, venía festejando la llegada de su hijo: su primer hijo varón. Yo me sentía molesta con él; pero mi tía Dora, quien acompañaba a mi papá, me calmó con dulzura y me pidió que me fuera a casa a descansar. 

Era un invierno muy frío, en diciembre. Aunque no estoy segura de cuánto influían mis emociones, porque se sentía más frío de lo normal. 

Pronto, mi papá dejó nuevamente la ciudad para continuar con su curso. Todo había salido bien. 

Pero sucedió algo inesperado: dos días después del alumbramiento, lo llevamos de emergencia al hospital. Es neumonía, dijeron los doctores. Lo bañaron para bajarle la temperatura, que estaba peligrosamente alta. Así empezó su vida, con una enorme lucha...

... y ahí me sentaba, junto a él, a acompañarlo mientras veía a las enfermeras atender a alguno de los bebés que lloraba o sufría, en incubadora también. Se acercaba un doctor, de vez en cuando, y con curiosidad me preguntaba que parentesco tenía yo, con él.  Con un movimiento rápido, volteaba mi mirada y contestaba. Y volvía mis ojos a él: cada minuto a su lado era valioso. 

No podía estar ahí las 24 horas, así que trataba de confiar en que lo cuidarían bien, en mi ausencia; aún así, no podía evitar preocuparme. Afortunadamente, mi mamá pudo ir a verlo y alimentarlo, a pesar de que ella también estaba recuperándose; de lo contrario, solo yo lo visitaba.

Salió del hospital tres días después. ¡Fui la hermana más feliz del mundo! Me prometí cuidarlo y darle todo el amor posible. Yo no tenía idea de lo que era ser madre en ese tiempo. Pero ahora sé, que con él aprendí un poco, porque mi amor por él era muy parecido al de una madre: incondicional y protector. 


Su primer verano


Las mañanas se me hacían eternas en la prepa, solo pensaba en el momento de regresar a casa y abrazarlo. Entraba corriendo directo a su cuna: él ya estaba de pie, tomado de los barrotes, esperándome feliz; vestido solo con un pañal, por el calor abrasador. Lo tomaba en mis brazos y pasaba las tardes enteras con él. 

Me inspiraba infinita ternura: fue mi Ponchito, Pichurrito, Pequito y, finalmente, Pecu.  Para los demás, él era Pedrito. Así descubrí mi manía de poner nombres cortitos, bueno, algunos no tan cortitos: nombres de cariño, les llamo yo.

Disfrutaba vestirlo, cuidarlo, darle su biberón con leche y, después, papillas.  Lo vi crecer... lo dejé entretenerse con mi más preciado tesoro: una colección de revistas y posters de mi grupo de cantantes favorito de adolescencia, que había cuidado celosamente, hasta ese momento. Terminó con ella, pero verlo feliz, explorando, era mi mayor premio. 
 
Me acompañó en mi misa de graduación de preparatoria, con solo seis meses de edad. Vestido de blanco, igual que yo, ¡se veía hermoso! Me sentía loca de amor por él.


Una infancia feliz


Más adelante, lo vi empujar su bicicleta roja por el patio, a sus dos años. 

Paseando su bicicleta

Capté momentos especiales, que quedaron plasmados en papel.  Completé un album con sus fotos y lo decoré con stickers que tenían globos de divertidos diálogos.

En el cambio de vías de tren


En el cambio de vías de tren


Cumpleaños #7


Con mamá

A eso, le siguió un tiempo de mucho esfuerzo: la universidad por las mañanas y mi trabajo por la tarde.  Ya no había mucho tiempo para estar con él, salvo los fines de semana. Sin embargo, creo que tuvo una infancia feliz; con tres hermanas más que lo cuidaban y consentían, cada una a su manera.  Él debe tener recuerdos especiales.

Un día, a sus siete años, lo vi llorar. Yo planeaba mi boda y hablaba de algunos preparativos, cuando lo noté.

—¿Porque lloras? —pregunté extrañada.

—Es que... tú te vas a casar, y te vas a ir de la casa. —dijo entre sollozos. Lo abracé, sintiéndome culpable por no haber pensado en lo que significaría para él, mudarme. Le expliqué que yo estaría muy cerca, que nos veríamos con frecuencia. Y confió en mí.

Vivir cerca de casa me facilitó verlo, casi a diario.  En verano, lo llevé a clases de natación y, en alguna ocasión, a desayunar esos tacos de carne adobada que tanto me gustaban, frente a la prepa. También fuimos al circo. Yo quería verlo feliz.

Los años siguientes, estuve muy ocupada cuidando de mis hijos. Pero él seguía siendo muy importante para mí.  

Graduación de primaria


Desfile del día de la Revolución


Alcanzando metas


Lo vi participar en el grupo de porristas de su escuela, viajar con sus compañeros, graduarse de la universidad, conseguir su primer trabajo.

Graduación de Ingeniería Industrial ITLM


Su personalidad


Pecu es noble, muy observador y empático. Tiene un carácter tranquilo pero, al mismo tiempo, es determinado. Es sociable y fácil de querer. Muy leal a sus amigos y cercanos... y siempre se enfoca en el lado positivo de cada persona que encuentra. Su sencillez, además, es apreciada por sus camaradas.

Amigos

Celebrando cumpleaños adelantado 2023


Explorando juntos


Llegó un momento en que deseé acercarlo más a mis hijos y a mí, quería integrarlo un poco más a mi familia. Él era el ídolo de mi hijo. Viajamos juntos a algunos lugares. Tucson, Flagstaff, San Diego, Los Angeles y Las Vegas nos regalaron momentos memorables. 

Yo quería que él viera lo mismo que veían mis ojos. ¡Que soñara, como yo soñaba!

Pima Air Museum, Tucson, Arizona


Pima Air Museum, Tucson, Arizona


Flagstaff, Arizona


Grand Canyon, Arizona


Flagstaff, Arizona


Cráter en Flagstaff, Arizona


Rodeo Drive, Beverly Hills


Universal Studios, Hollywood


San Diego, California


Las Vegas, Nevada


Juventud y aventura


Disfrutó su juventud con sus amigos y su moto deportiva. En alguna ocasión, quise experimentar la adrenalina con él: aumentar la velocidad de cero a 200 km/hr, en cuestión de segundos, ¡es para atrevidos!

Una experiencia inolvidable para él, fue viajar en su motocicleta, con un grupo de amigos, al Festival de la moto en Mazatlán en semana de pascua. Ahí, miles de motociclistas se reúnen cada año y tienen diferentes actividades, entre ellas un creativo desfile de motos. Lo escuché con entusiasmo relatar su aventura.

Mazatlán, Sinaloa


Tiempo de cambios


Algunas dificultades nos llevaron a vivir juntos, durante un año. Ya era un hombre.  

Navidad 2015

Durante ese año pasaron cosas importantes: se convirtíó en papá de dos adorables gemelos. Compró su primera casa y formó su familia.  

Damián y Dariel

Sus hijos son su prioridad, los ama y atiende con esmero. ¡Es un gran papá! Y se esfuerza con ahínco por mejorar su vida y la de los suyos. 

Con su adorable familia


Bautizo de Damián y Dariel


Tres generaciones

Paralelamente, algunos cambios sucedían en mi vida: me mudé al norte de México, a Tijuana, en la frontera con USA.

Un año más tarde, en un viaje especial que hizo a Tijuana, decidió que él también se mudaría. Me sentí feliz y acompañada, nuevamente. Compartimos algunas fechas especiales juntos, esta vez, preparando su nuevo hogar para recibir a su esposa y a los gemelos. 

En ese tiempo tuve su invaluable apoyo con los preparativos para mí mudanza a Suecia. 

Nuestros caminos se separaron una vez más.  La vida nos ha llevado a tomar decisiones muy distintas debido a la brecha de edad; cada uno vive su propia etapa y tiene su propio trabajo por hacer. 

Algunas veces no coincidimos en nuestra forma de ver el mundo, pero él tiene un lugar especial e importante en mi corazón, desde que llegó a mi vida... y lo tendrá siempre.

Y coincidir... 2023


La vida es maravillosa y Dios nos volvió a unir para celebrar un cumpleaños más...

Cumpleaños Diciembre 2023


Con sus amigos


Amigos y familia


¿Estaremos cerca otra vez, algún día?  Dios y el tiempo lo dirán... mientras tanto, estaré siguiendo sus logros a través de una llamada, un mensaje y, quizás, una fotografía.

Celebrando la vida


!Gracias por ser tú, mi querido Pecu!





martes, 2 de enero de 2024

Feliz Año Nuevo 2024!

Como cada fin e inicio de año, nuestros corazones se llenan de esperanza y júbilo. El nuevo año significa: un recomenzar, una oportunidad más, un libro en blanco para escribir nuevas experiencias en él.


Al iniciar un nuevo año, generalmente, nos llenamos de alegría e ilusiones. Nos planteamos nuevos propósitos o retomamos aquellos en los que no pudimos progresar el año anterior, pensando que, esta vez,  le echaremos ganas. ¡Va de nuez!, decimos

Sin embargo, pocas veces reflexionamos acerca de los motivos que nos impidieron cumplir nuestros propósitos o los obstáculos que no pudimos superar. Evitamos ir más a fondo y descubrir que hay detrás: tendencia a procrastinar, autosabotaje, miedos, creencias, etc. En otras palabras, evadimos hacer una introspección para desarrollar y reforzar nuestro autoconocimiento.

Pues bien, esos ultimos días del año son el momento perfecto para reflexionar sobre lo que hicimos durante 365 días; como cuando revisamos nuestro día al momento de ir a dormir: como un examen de conciencia.

Podemos hacernos preguntas como: ¿En que invertí mi tiempo en el 2023? ¿Logré mis propósitos o los abandoné en el camino? ¿Perdí los kilos que me prometí? ¿Continué con mi rutina de ejercicios? ¿Atendí mis enfermedades? ¿Visité al dentista? ¿Avancé en los estudios de mi carrera profesional? ¿Conseguí el empleo de mis sueños? ¿Inicié el proyecto que tanto he planeado? ¿Le hice mejoras a mi casa? ¿Cambié ese hábito que me ha acarreado  tantos problemas? ¿Mejoré esa actitud que me ha generado un sin fin de conflictos con mi familia, amigos o en el trabajo? ¿Dejé esa relación tormentosa en la que no soy feliz? ¿Mejoré mi relación con Dios, el universo o la energía divina? ¿Mejoré mi relación conmigo mismo? ¿Hice la reparación de algún daño que provoqué a otra persona?... y más.

Si no completé mis propósitos en un 100%, ¿avancé un poco? ¿en qué porcentaje? 

Pensar, analizar y evaluar mi avance me da claridad sobre lo que, de verdad, deseo para mí. También me ayuda a tener una visión más clara de la persona en quien me quiero convertir. 

Hoy, que inicia el año 2024, tenemos vida y, por lo tanto, una nueva oportunidad para hacer cambios positivos que puedan conducirnos a un mayor éxito personal. 

Deseo que este año traiga consigo un cúmulo de bendiciones para ti, mi querido lector. ¡¡Salud, dinero y mucho amor en este 2024 !!




¡Sueña sin miedo, sueña en grande!




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